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miércoles, 27 de marzo de 2013

¡JUNTOS SE PUEDE!





Un  artículo - precioso a mi juicio - de Chema, afectado, que entró aquel día....con tantas personas de las PAH´s catalanas, y  merece leerlo. 


¡JUNTOS SE PUEDE!


“¡Sí, se puede!” es el grito que todavía resuena en mis oídos desde el pasado jueves 7 de febrero.
Esa mañana yo ni siquiera sabía cuál era el objetivo específico por el que nos habían convocado los representantes de la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), la única información que tenía era el lugar y la hora de reunión, y no me esperaba en absoluto participar en algo de aquella envergadura. Una vez conocí el plan que se quería llevar a cabo, mi imaginación me transportó a aquellos años de la lucha anti-franquista en los que yo era aún demasiado joven para participar en acciones similares de protesta popular.
Eran las 10,30 h de la mañana cuando entrábamos como el agua de un tsunami en el vestíbulo de la oficina principal del BBVA en Barcelona, en la céntrica plaza de Catalunya. Ni la Guardia Urbana, que parecían estar sobre aviso de que algo iba a pasar, ni los empleados de seguridad del banco pudieron impedir que varios grupos de miembros de las diferentes PAH de toda Catalunya irrumpiéramos en masa, a la hora convenida, para “tomar” aquella regia oficina bancaria y reclamar algo a lo que el BBVA lleva haciendo oídos sordos desde que empezó el drama económico-social de las innumerables ejecuciones hipotecarias.
—¡Sí, se puede!— La acristalada cúpula de la sede del BBVA en Barcelona hacía las veces de enorme caja de resonancia, amplificando nuestras voces y los irritantes sonidos de los silbatos, trompetas y bocinas que no paraban de sonar.
Los sorprendidos empleados del banco se tapaban los oídos y nos miraban con caras extrañadas, mientras las verdes camisetas y los símbolos de Stop-Desahucios llenaban todo el espacio que poco antes era una pulcra y reluciente sala diáfana, donde se atendía a unos clientes que ahora ya no se atrevían a entrar.
Dada la excitación que reinaba en aquel momento de victoria inicial, a los representantes de la PAH les costó que se hiciera el suficiente silencio para explicarnos a todos, ocupantes y “ocupados”, qué era lo que se quería conseguir con aquel acto.
Ni más ni menos aquello era un intento para que, de una vez por todas, el BBVA hiciera caso a las solicitudes de dación en pago de sus clientes, que seguían rechazando sistemáticamente, y para que cambiaran su actitud totalmente reacia a implantar una política de “alquiler social” ante la situación de emergencia que muchas familias están viviendo en este país, evidentemente es mucho más rentable patrocinar una liga de fútbol, como la Liga BBVA.
Habíamos ocupado aquella oficina para forzar una negociación con algún interlocutor válido del banco, con poder de decisión, ante la negativa y la cerrazón del BBVA a afrontar con un mínimo de responsabilidad social una situación que ya traspasa lo meramente económico, y que está causando episodios tan dramáticos como los que momentos después pudimos escuchar de las voces de los propios afectados, y de representantes de las diferentes PAH que se habían desplazado hasta allí.
El pequeño aparato de megafonía portátil empezó a vomitar un drama tras otro, mientras algunos empleados del banco, ciertamente una minoría, nos miraban desde el primer piso con unas sonrisas cargadas de cinismo. Esas muecas nos hicieron más daño que un porrazo en las costillas.
Una mujer divorciada explicó que había tenido que optar entre pagar la hipoteca o dar de comer a su hija de tres años, porque llevaba varios meses sin trabajar, estaba a punto de quedarse sin subsidio de desempleo y no recibía la pensión alimenticia para su hija; se presentó una familia con tres hijos donde solo trabajaba la mujer desde hacía dos años; un hombre con dos hijos relató que al renegociar su hipoteca, para invertir el capital en su negocio, las condiciones de la renovación habían hecho aumentar las cuotas a pagar cada año de forma vertiginosa hasta convertirse en una cantidad imposible de asumir; y así hasta el momento en que no pude contener las lágrimas, cuando un hombre de una PAH del Vallés nos explicó dos casos muy similares entre sí de clientes del BBVA de aquella zona.
Uno de ellos era el de una anciana que había avalado a su hijo para la compra de un piso, al quedarse éste en el paro y no poder hacer frente al pago de las cuotas de la hipoteca el banco se quedó con el piso pero, al ser avaladora la madre del titular “con todos sus bienes presentes y futuros” también están llevando a cabo la ejecución de “su derecho” sobre la vivienda de la persona avaladora. ¡Se quieren quedar con dos pisos por una sola hipoteca!
El otro caso era idéntico pero con un final sobrecogedor: el padre del titular de una hipoteca, que tampoco podía seguir pagando, se suicidó hace apenas unos días tirándose delante de un tren al ver perdida su casa por ser avalador de su hijo. Parece ser que este caso no ha trascendido a la opinión pública.
La rabia y la impotencia arrancaron un nuevo grito a los que habíamos permanecido en silencio hasta entonces:
—¡Asesinos!, ¡asesinos!—
¿No es acaso un crimen acosar hasta la desesperación a una familia para quedarse con su hogar, después de haberse quedado ya con el inmueble que avalaba directamente la hipoteca?
En aquella sala rugían a la vez las gargantas de todo tipo de personas, no solo de condición humilde sino también de otros que habían tenido buenos empleos y que la crisis general que nos envuelve ha dejado en el paro; no solamente de personas sin estudios sino también de gente con carreras universitarias; no únicamente de personas jóvenes, que puedan ser más irreflexivas, sino también de personas muy maduras, tanto física como mentalmente.
Entre aquella enorme tensión que se respiraba mis ojos se quedaron clavados en uno de los eslógans publicitarios del banco, que coronaba un panel informativo. Se me revolvió el estómago al leerlo: “Et fem la vida més fácil”.
Los interlocutores del banco llegaron alrededor de las 12 de la mañana, pero levantaron mucho menos los ánimos entre los reunidos que la llegada de Ada Colau. Era la segunda vez que yo la veía pero la sensación que me transmitió fue la misma que la primera: la de una mujer sencilla, implicada totalmente con las familias y las personas a las que defiende, y muy humana.
La negociación no obtuvo los resultados deseados, en gran parte porque los interlocutores que se habían desplazado hasta allí tenían un poder muy limitado de decisión sobre las cuestiones que se les reclamaban.
Sobre las 2 de la tarde solo se había conseguido un compromiso en cuanto a los documentos que el banco iba a solicitar a los afectados, para no seguir “mareándolos” como hasta el momento, y a que en el plazo máximo de un mes se les daría alguna respuesta por parte del banco.
No era suficiente y los ánimos se caldeaban por momentos.
Hacia las 5 la comisión negociadora nos anunció que el único acuerdo más al que se había llegado era el de suspender inmediatamente las ejecuciones de los desahucios hasta que se diera una respuesta a los afectados, antes del plazo acordado de un mes y después de haber estudiado sus casos, pero que los temas de las daciones en pago totales y de los alquileres sociales eran políticas de empresa sobre los que los interlocutores que había enviado el banco no podían decidir, por lo que se emplazaba a continuar con la negociación a partir del lunes siguiente.
Esto planteó un debate respecto a dar un margen de confianza a los representantes del banco y abandonar la oficina, o a mantener la presión quedándose allí a pasar la noche.
El cansancio, la rabia y la decepción de unos se mezclaba con la confianza y el sentimiento de haber conseguido una pequeña gran victoria de otros, teniendo en cuenta el inmovilismo y el menosprecio que la entidad había demostrado hasta entonces, hacia la situación en general y hacia sus clientes, convertidos ahora en simples “morosos” para ellos.
Yo tenía que ir a otro compromiso a las 7 de la tarde, por lo que sobre las 5,30 h me dispuse a marcharme, pero una sorpresa que reavivó los ánimos de todos me lo impidió: un nutrido grupo de yayo-flautas, con un enérgico representante megáfono en mano aparecieron en la puerta del banco para darnos su apoyo, camino de otra acción similar. Entraron en el vestíbulo con sus carteles en las manos, sus canas y sus arrugas en la piel y su indignación en el alma por todo lo que está ocurriendo en este país y que está haciendo desvanecerse todo aquello que tanto les costó ganar a base de sufrimiento en su época de juventud.
Este jueves 7 de febrero pasaron muchas cosas en aquel banco que dejamos lleno de trocitos de papel en el suelo y de pegatinas en las paredes, esos fueron los únicos “desperfectos” que aquella gran cantidad de personas indignadas y desesperadas causamos mientras estuve yo allí.
Quiero olvidar aquellas feas e incomprensibles sonrisas de unos pocos empleados del banco y recordar, en cambio, la gran solidaridad de otros muchos, jóvenes y mayores, que nos aportaron apoyo, soporte y calor humano, como los miembros del Movimiento 15-M que montaron una improvisada cocina en un banco de la acera donde prepararon con gran cariño bocadillos para todos, repartiendo también mandarinas.
No quiero que se borren de mi memoria las lágrimas de Ada Colau al sentirse rodeada por aquellas personas que, más que admiración, le profesan auténtica fe y devoción por todo lo que está haciendo por defenderlos, pero sí quiero olvidar el miedo por mis compañeros que experimenté cuando, al salir del banco a las 5,45 h, vi en la C/. Pelai nueve furgones de las unidades antidisturbios de los Mossos d’Esquadra.
Nunca olvidaré lo que viví en aquellas casi ocho horas de un día que, al levantarme de la cama, iba a ser para mí como otro cualquiera, sobre todo porque al día siguiente supe que otra persona desesperada por las deudas se había suicidado en Córdoba.
Juntos ¡sí, se puede!... mientras hay vida.


Chema Montorio.

1 comentario:

Francisco Ortodoncia dijo...

Ante una situación tan grave como la que vivimos y ante la indefensión en que nos encontramos no nos queda mas alternativa que la unión y el apoyo mutuo, porque visto lo visto de nadie mas recibiremos ayuda.

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